Querido Diario:
Hoy tras la misa me quejé al abuelo de que estoy harta de que me traten siempre como a una niña por ser tan canija y baja de estatura. Soy pequeñita pero no me falta un detalle. Soy una mujer chiquitita, no más. Y ya más alta que Madre.
A lo que el abuelo contestó recitándome a los Hermanos Álvarez Quintero:
Eres chiquita y bonita,
eres como yo te quiero,
pareces campanita
hecha en casa de platero.
Y, por supuesto, proseguí mi replica sin “casi” abandonar la obra:
Gasto dos tercios de falda
y una tercia de tacón:
¡pero tengo un corazón
más grande que la “Alhambra”!
-¡Sin duda!- Sentenció jocoso el Maestro Risicas. Así lo apodan en el taller por sus eternas ganas de reír.
Para el abuelo cualquier excusa es buena para buscar una sonrisa cómplice y más cuando se percata de que le hablo de un sentimiento serio, pero esto de que soy muy pequeñita me tié’ya frita. ¡Cómo si yo no supiera! ¡A ver que no tengo ojos!
Hasta el médico decía que si desarrollaba me moriría porque mi cuerpecillo no aguantaría la endeblez. ¡Pues aquí estoy! Vivita y coleando. Aunque no es la primera vez que me desahucian en vida… Cuando tuve la viruela a los 3 años, nadie esperaba que sobreviviese.
La Tía Angustias decía que me atacó la viruela porque era una niña tan preciosa que alguna envidiosa me echó mal de ojo, pero la verdad es que hubo una epidemia en Granada y me tocó, como podría haberle tocado a cualquiera. La suerte fue que pude superarla.
Me dejó la cara marcada de cicatrices. No se notan mucho pero cuando los niños me preguntan por qué las tengo, les cuento el cuento de que cuando era chica me royeron la cara los ratones. ¡Pa’verles los ojos que ponen del susto! ¡Inocentes!
Recuerdo que me picaban mucho las pupas y me vendaron las manos con calcetines pa’que no me rascase. Decían que si te las arrancabas y sangrabas salían más. Pero el primo Paquito me rascaba a escondidas a cambio de los jugueticos que le daba por debajo de la puerta.
¡Ángelico, a pique’haberle contagiao!
Paquito, además de ser mi quinta, vivimos en el mismo rellano. Estamos muy unidos desde chicos y aunque ya no tengo mucho tiempo para jugar con mis primos, tenemos las puertas abiertas y vivimos todos como en una sola casa durante el día.
Paco Arroyo 11 enero 2020
Qué ternura y qué evocación del habla ganaína