Querido Diario:
Tercer día de máscaras.
El Rey Momo y su corte vuelven a remojarse. No ha habido mucha animación este año, salvo el escaso desfile de carruajes que pasó hoy por la Gran Vía, los bailes que daban algunas sociedades y los cines y cafés que andaban muy concurridos. Por lo demás, poco que destacar, la lluvia no ha estado de su parte precisamente.
Por otro lado, los médicos de Motril llevan cuatro días de huelga. Son muchísimos los que apoyan sus demandas porque no les falta razón: que si no tienen gas suficiente, que si suprimen edificios… pero, nada, no se ponen de acuerdo con su Ayuntamiento y al final los que salen perdiendo son siempre los mismos.
Sin embargo, aquí en Granada, ha habido ya varios casos de tifus y el Alcalde le ha facilitado al inspector, como así lo pedía, dos salas aisladas en lo que fue el convento de San Miguel Alto, al lado mismo de la ermita. La Cruz Roja ha facilitado cobertores, almohadas y otras ropas para las más de 20 camas previstas para este nuevo Hospital de Contagio.
No me extraña que esté brotando el tifus por la población, con la miseria que hay y la falta de condiciones higiénicas en las casas… Dicen que son las picaduras de los piojos las que causan el tifus, pero también las pulgas y las garrapatas.
Y es que no es moco de pavo el asunto, ¡que se puede una morir de esto!, por eso liamos ayer la que liamos en el patio para sanear a Dolores.
Hoy estuve ayudándola, acompañándola en sus nuevas tareas y explicándole como tenemos costumbre en casa de hacer las cosas. La muchacha tiene mucha mejor cara que ayer y aprende rápido. Hoy se ha mostrado con más disposición.
La verdad es que se da maña con las tareas domésticas pero ¡chiquillo, hay que sacarle las palabras con sacacorchos!
Cuando estuve leyéndoles a las muchachas la entrega de hoy del Conde de Montecristo, ella estaba por allí cerca limpiando y se vino con nosotras. Se puso mientras a arreglar y ordenar avíos del taller por tal de escuchar también la historia.
Se le veía que le gustaba, pero no levantó la cabeza en todo el rato, como si no quisiera que supiéramos de su existencia. Me da pena que sea así, las niñas del taller son unas castañuelas, alegres, divertidas y muy hospitalarias con ella, esperemos que con el tiempo se disuelva ese halo de tristeza que lleva dentro.