Querido Diario:
Se quejan hoy en el periódico de lo enmarranáh que está toda la ciudad con la manía de pintar en las paredes los carteles y anuncios de los negocios.
No sólo lo prohíbe la ordenanza, los listos no pagan ni una perra de impuestos ni dan trabajo a las imprentas que se dedican a esto de los anuncios, y no pintan ya sobre yesos que sería fácil de blanquear, sino en los tortuosos zócalos de piedra dándoles igual untar sus pinturicas aunque se trate incluso de un monumento.
Ahí, con dos riles. Di tú que sí.
El Corral del Carbón, por ejemplo, está que es una vergüenza. Desde hace ya muchísimo tiempo, años, hay unos anuncios advirtiendo los traslados de los inquilinos del corral interior, y allí siguen unas barracas destartaladas, unos agujeros inmundos, unos tinglaos de tablas, y unos encalaos…
Pues menos mal que está declarado Monumento Nacional que si no… ¡Si es que no hay educación cívica! Si el Alcalde encargara a unos cuantos obreros, pagándoles un jornal a destajo, el limpiar la porquería de las paredes de la ciudad y luego le pasara la cuenta a las correspondientes empresas anunciadoras, otro gallo nos cantaría.
Eso sí, cobrando luego multas a quien vuelva a caer en falta manchurreando los paramentos, que para la reincidencia no hay perdón que valga.