13 MARZO DE 1920, SÁBADO

Querido Diario:

Hoy Dolores al verme hacer dibujos para letras se quedó embelesá y caí cuenta de que no sabe leer y que con lo lista que es y con lo que le llama la atención cuando leo o escribo, podría ir enseñándole cosillas para que vaya aprendiendo cuando está pará. Al modo majoniano.

Así que le he preparado un bastidor para que vaya practicando con la aguja.

De primeras, vamos a hacer un muestrario para ir cogiendo gávilos. Mientras va aprendiendo a bordar, le prepararé un abecedario sencillico para que se aprenda las letras puntá a puntá y cuando ya lo domine, a bordar nombres. ¡Con lo que le gustan las letras! ¡A ésta la enseño yo a leer como me llamo Conchita!

Cuando le he contado mi plan docente para Dolores a Papa-Antonio, me ha sonreído orgulloso y me ha dicho:

– Si todas las mujeres supieran leer y escribir, otro gallo nos cantaría- y concluyó sentenciando como siempre – La ignorancia es muy peligrosa, Conchita, no te olvides nunca de eso. Yo ya soy viejo y no lo veré, pero tú sí. Cuanto más viejo me hago más seguro estoy de que el conocimiento nos hace mejores y que algún día será obligatorio que todos los niños y niñas pasen por la escuela antes de hacerse hombres y mujeres de provecho.

¡Mare mía, todos los niños y niñas en la escuela! ¿Te imaginas?

¡Qué bonito sería un mundo así en el que todos tuvieran la oportunidad de aprender y prosperar!

Ay, este abuelo mío es un soñador empedernido, pero me encantan sus sueños. ¡Lo adoro!