20 MAYO DE 1920, JUEVES

Querido Diario:

Pues continúa el tiempo borrascoso. No para de llover. Ayer ya el río Genil llevaba tanta crecida que arrastraba arbustos de buen tamaño y quedaron destruidas las presas de algunas acequias.

A las 12 de la mañana descargó tan fuerte la tormenta y hubo tanto trueno con sus correspondientes chispas eléctricas que los zambombazos eran de órdago y corrió el pánico por la ciudad como Pedro por su casa.

Cayeron chispas eléctricas en los pararrayos de la Universidad, Jesuitas, Casino Principal, la Fábrica de D. Enrique Sánchez, Alhambra, Banco Hispano, iglesias de San Matías y las Angustias, almacenes “La Paz”,  Sacromonte y el Ayuntamiento… afortunadamente no hubo que lamentar ninguna desgracia pero por la tarde a las 6 repitió la tormenta otra vez con unos fortísimos truenos y fue cuando se produjo ya una gran crecida en el río, arrastrando el Genil todo lo que pillaba a su paso.

¡Qué susto! Yo, hubo un momento que, porque estaba en el taller dándole que te pego a la aguja a destajo para llegar a tiempo con los encargos pa’l Corpus y porque soy la hija de la maestra y tengo que dar ejemplo, pero de buena gana me hubiera metido debajo de la cama del miedo que tenía como hizo Adora.

Carmelita, la chiquilla, cuando empezó a sonar tanta tronada y estruendo, se vino a sentarse en mi falda y se abrazó a mí, escondiendo su carilla en mi pecho sin decir ni una palabra. Y cuando terminó el fragor me preguntó:

-¡Se habrá roto el cielo!

El cielo, no creo, pero algunos pararrayos seguro.