Querido Diario:
Dice El Defensor hoy: “Dato descansa ya de las fatigas del viaje”…
¡Se habrá quebrao el hombre! Anda que…
¡Los que descansamos somos nosotros! La murga que nos han dado estas semanas con los preparativos del viajecico del Rey a Barcelona.
Unos que no querían que fuese porque lo consideraban muy peligroso dada la situación tan violenta en la que se encuentra Cataluña. Otros que si era muy precisa necesaria su presencia en el territorio para dejar clara la postura del Estado…
Que si el día a día de su viaje, el control de su seguridad, la recepción del pueblo de Barcelona, que si llovía mucho a la vuelta y tuvieron que parar el Tren Real por Zaragoza porque se habían inundao las vías…
¡Qué cansinos, mare!
Y es que a mí este Rey no me hace mucha gracia.
Cuentan que su padre, Alfonso XII, en su lecho de muerte le pidió a su esposa embarazada que bajo ningún concepto le pusiera a su hijo el nombre de Alfonso para que no tuviera que cargar con la mala suerte del XIII toda su vida y una vez nació, con su padre ya muerto, no le hicieron ni caso y le pusieron Alfonso por tripillas.
Mira que yo no soy supersticiosa pero el hecho de que no respetaran la voluntad del rey muerto siempre me ha dado mala espina. ¿Pa’qué te voy a mentir?
Ya sobrevivió a un atentado el mismo día de su boda al que llamó “Gajes del Oficio”, pero que no le veo yo mucho oficio ni beneficio a este hombre.
Llámalo intuición o tontería, pero este rey nuestro me da mal pálpito, no sé si por él mismo, que parece más preocupado de sus aficiones cinegéticas que por el país, o por ser hijo de la Regenta que tan mal se portó con Granada dejándonos tirados cuando le preparamos toda la ciudad con mil honores para recibirla (que aunque yo todavía no había nacido sí que he mamado el dolor granaíno de tan Real desaire)
El caso, que no lo veo yo con simpatía a este hombre. Punto.
Ya lo verás. Alguna jangáh buena nos espera con este rey.
¡Ya me lo diréis, ya!
¡Quien avisa no es traidor!