Querido Diario:
Esta mañana mi tío me ha dicho de irme con él a dar un paseo por el campo en mulo.
¡Cómo negarme a tan estimulante propuesta!
Así que después de desayunar y darle de comer a las gallinas, he dejado a Adora al cargo de cuidar bien a Carmelita (bajo promesa de que otro día será ella quien se dé el paseo con el Tío, claro) y hemos emprendido nuestro prometedor viaje mañanero cual reina que se desplaza por el mundo en busca de aventuras, acompañada por su fiel escudero (mi tío Paco).
Mientras paseábamos, yo en mulo y él a pie, inspirada por las sensaciones y el paisaje, íbale contando historias de hidalgos caballeros que he leído en algunos de mis libros. Al cabo de un rato, mi tío que me dice que «ser caballero es cosa de hombres» y yo ofendida me pongo a hablarle con orgullo femenino de la existencia y valor de las intrépidas amazonas para argumentar el debate con sapiencia y lucimiento.
En esto que llegamos a la acequia y mi leal montura decide, unilateralmente, saciar su sed con el líquido elemento que corre juguetón y sonoro a nuestro lado.
El mulo que se va para la acequia, agacha la cabeza para beber y yo, absorta en mis historias y cuentos, no intuyo la maniobra y… detrás que fui pa’l agua, pasando de amazona a sirena en un abrir y cerrar de ojos, sin tiempo siquiera de dar algún gritito de damisela en peligro
¡Mare mía que costalazo he pegao! Con chapuzón incluido.
Mi tío traspuesto al verme vencida por la gravedad y hecha un chupón dentro del agua, se ha lanzado a mi rescate ayudándome aparatosamente a salir del charco (nunca mejor dicho). Y una vez fuera de la acequia, entre el susto, la vergüenza y la situación, miramos pa’donde el mulo, y allí seguía er joío bebiendo agua totalmente ajeno al castañazo que había provocao. Nos ha entrao una risa floja a los dos… que no podíamos parar de reír.
–¿Te has hecho daño?– me dice- ¿te duele algo?
–¡Las ínfulas, tito, las ínfulas! pero aparte de mi vanidad creo que no hay nada más herido.
–¿Las ínfulas? ¡Anda que el palabrejo que se ha buscao!… A la vista está que tienes que leer menos y espabilar más que luego mira lo que te pasa por no andar viva y estar en lo que tienes que estar. ¡Tírale, amazona, otra vez pa’lo arto’er mulo que nos volvemos pa’la casa! que tu tía me va a matar en cuanto te vea…
–Ná, no te preocupes, tito, le decimos que hacía mucha calor y que me he dado un chapuzón para no morir de una insolación y así me libro yo también del cachondeo de después de mis primas y, sobre todo, del de mi hermana Adora… ¡Qué la temo más que una vara verde!
Bueno, vale, sí, reconozco que tengo que mejorar mi técnica, pero seguro que tanto caballeros como amazonas también habrán caído alguna vez mientras aprendían el noble arte de la montura.
¡Que nadie nace aprendío!
Antonio 3 agosto 2020
Mi padre que trasegaba con un mulo llevando vino por el Albaicín, siempre me decía, que todo el que carretea vuelca. En el caso de nuestra albaycinera, se dio un baño de humildad. 😊 Pero seguro que aprendió de ello. ¡Que anecdota más divertida y más fresquita!. No deja de ser divertido este diario ni en vacaciones. Con ganas de seguir leyéndolo.
MARGARITA MARIN 4 agosto 2020 — Autor de la entrada
jajaja ¡Qué bueno! ¡Me lo apunto! Ella (Conchita, mi abuela) desde luego siempre contaba esta anécdota de la caída en la acequia muerta de la risa. Debió gustarle el chapuzón. Gracias por tu interés