Querido Diario:
Hoy tengo poco que contar, entre la desidia veraniega y que está todo más parao que la estatua de Fray Luís en la plaza Bib-Rambla, se me hace eterno leerme el periódico. Además de que ahora muchos días lleva seis páginas y, quieras que no, se notan esas dos paginillas más que repasar.
Pero que, vamos, la culpa no es del periódico, sino mía que no tengo gávilos pa’ná con la calóh. ¡A 41 grados llegamos ayer! 35 a la sombra. Un infierno. El abanico es que ya no da más abasto.
Dan ganas de meterse en el pilar y no salir de ahí hasta que pase la calóh…
A Carmelita le ha llenado mi madre una tina grande en la casa para que la chiquilla se remoje y chapotee al gusto, porque con tan poquillo cuerpo que tiene, antes se calienta y puede darle un tabardillo. Cada dos por tres vamos alguna por si hay que remojarle la cabecica con las manos para refrescársela pero ¡qué va! Allí esta ella con su jarro echándose el agua por encima constantemente y se entretiene un rato fresquita con el charquerío que lía.
–Mira, un río… ¡Ahora una catarata!- te va mostrando según se va echando el agua- ¡Mira, y ahora una fuente!– me dice hoy antes de espurrearme en toa la cara el agua con su boquita de culillo de pollo.
–¡Qué bicho, mare mía!- mientras ella se moría de risa con el resultado de su refrescante broma.
Se lo perdono porque hoy es de agradecer el remojón pero ¡mira que es malilla, la gachí!… Pero, vamos, ya te digo, de buena gana me metía con ella en el barreño a pasar el día tan ricamente.
Antonio 13 agosto 2020
Que bonitos recuerdos, yo recuerdo cuando mi abuela me llenaba la tina en el patio y esa era mi piscina particular en los meses de verano. Ahora que hay de todo y están aburridos los críos, recuerda uno lo feliz que éramos con tan poco.