24 AGOSTO DE 1920, MARTES

Querido Diario:

Anoche, Manolo, el Hijo del Aguaor, un carpintero que vive por la placeta Sánchez. Un muchacho de unos vientitantos largos, casado…

A lo que vamos, que andaba con resentimiento por lo que fuera con el dueño de una taberna del Zacatín (situada en el nº 109), un tal Luís, y a cosa de las ocho de la tarde apareció en el establecimiento con ganas de liarla parda ¡y vaya si la lio!

Llegó, comenzaron a discutir, a discutir, a discutir, incluso llegando a las manos, hasta que el carpintero se hartó, sacó una faca y le endiñó una puñalá en to’la barriga al tabernero, dejándolo en estado grave. Varios parroquianos que estaban por allí, inmediatamente lo asistieron y lo condujeron a la Casa de Socorro, y una vez curado ya lo trasladaron a su domicilio.

¡Porque Dios es bueno, pero a pique de un repique de diñarla! Eso sí, al Niño del Aguaor se lo han llevado preso al calabozo a disposición ya de la Justicia.

Qué no digo yo que no haya situaciones conflictivas que se repiten tanto a lo largo del tiempo que se cronifican y en un momento dado nos parezca que tenemos avispas en un ojo y cerremos los dos para quitárnoslas de encima a manotazos por puro instinto, pero ¡chiquillo, no cojas una faca o una pistola pa’meterte en el avispero!

No sé cómo esperaba el gachón que acabara esto, pero se le ha acabado andar libre, su trabajo, poder estar con su familia… Se ha buscado la ruina pa’ná.

Yo es que, fíjate, soy de filosofía apicultora, más de abejas que de avispas. Ya sabes, como el refrán: Más se consigue con miel que con hiel.