Querido Diario:
(Sexto día de Novena a la Virgen)
Hoy vamos a hablar de los colonos del Soto de Roma. Pa’esto le he tenido que pedir ayuda, una vez más, a Papa-Antonio que es el que entiende de árboles… Porque no es nada fácil el asunto. Así que:
–¡Amoh al lío!
Por Chauchina, en la vega noroeste del Genil, se encuentra el Soto de Roma que desde época nazarí era ya utilizado como espacio de caza y recreo por su rica fauna y flora, así como por la calidad de sus tierras.
En 1491 los Reyes Católicos lo incorporan al patrimonio real. Y después, Carlos V le tomó mucho aprecio dada su gran afición por la caza, despertando en él un gran interés tras pasar allí unos meses en su Luna de Miel.
Sobre el 1550 como las arcas reales andaban caninas y ya había perdido interés cinegético para el monarca, se pensó en la posibilidad de venderlo, pero el terreno disponía de una masa forestal importantísima para la fabricación y construcción naval y artillera. Y por este motivo, Felipe II dio marcha atrás a la venta y procuró mejorar su conservación.
En fin, a lo largo de los siglos XVII y XVIII el aprovechamiento maderero fue su principal actividad económica y, con tanto cortar, cortar y cortar sin reponer, su pérdida de valor, provocó que Carlos II cediese la administración del soto a su secretario Ricardo Wall en reconocimiento a sus servicios.
Y en 1813 tras el final de la Guerra de Independencia, el estado liberal donó parte del soto al Duque de Wellington en agradecimiento a sus servicios prestados para vencer a las tropas napoleónicas, y en donde construyó su casa-palacio.
(Dicen que es muy curiosa porque mezcla arquitectura de su país con lo que había de la nuestra y al parecer el popurrí éste de estilos tiene su encanto. No te sé decir porque no lo he visto)
Total, que finalmente toda esa masa forestal desaparecida dio paso a campos de cultivo agrícolas que, desde hace más de un siglo, explotan estos colonos del Soto de Roma. ¡Que no estamos hablando de 4 gatos! sino de varios millares de campesinos que se reunieron el domingo en la Plaza de Toros para pedir que se respeten sus legítimos intereses y demandar justicia.
Pero lo verdaderamente loable de este conglomerado de almas, es que lejos de comportarse como vienen haciéndolo en otros lugares del país con exaltaciones más violentas y vehementes, son admirados, por propios y extraños, por utilizar en sus planteamientos la serenidad y sensatez que avala la razón, haciendo, si cabe, que sean más justas y fervorosas sus aspiraciones.
En definitiva, los labradores del Soto de Roma han acudido al Duque de Wellington, apelando a su nobleza y como hombre de bien, para que desautorice y anule aquellos acuerdos de la administración que atentan al derecho de los colonos y ordene que se mantenga y respete el estado posesorio creado por el trabajo acumulado por más de 100 años.
Vamos, que no quieren que les despojen de las tierras fertilizadas con su esfuerzo y reivindican legalmente el derecho de poseerlas.
¡Dí tú que sí, “La tierra pa’quien la trabaha”!
Tanto tener, tanta tierra baldía que no utilizan pa’ná más que para presumir y que no son capaces ni de pasear, cuando podría estar dándonos de comer a todos, ser un medio de subsistencia para muchos y sacar de la miseria a otros tantos.
¡A mí ya me tienen ganáh estos colonos! (siempre que sigan por el cauce legal, claro…)
Ahora toca ver si los poderes públicos serán capaces de resolver este dilema…
Veremos a ver qué pasa con to’esto, pero el tema es interesantísimo, la verdad.