Querido Diario:
Triste, desapacible, frío en extremo, lluvia, viento… hoy ha hecho un día de verdadero invierno. Desde primeros de la mañana ya empezaron a sonar las campanas llamando a duelo. Y sin periódico por ser lunes, la verdad, más triste no ha podido ser el Día de Ánimas.
Madre no ha querido que subiéramos al Campo Santo porque decía que ya había perdido dos hijos por pulmonía y no estaba dispuesta a perder ni uno más. Si mañana está la cosa mejor subiremos a arreglar aquello, limpiar y llevar unas florecicas a los nuestros.
Y si no, pues ya subiremos cuando pueda ser, total, de ahí no se van a mover los pobreticos míos y para recordarlos y rezar por ellos no hace falta subir hasta allí. La pena se lleva todo el año.
No hemos ido ni a la novena que empezaba hoy en los Agustinos por los Difuntos. Después de comer nos hemos reunido en el salón y hemos rezado un rosario por cada uno de mis hermanos y otro para las ánimas en transición. Madre estaba hoy tan triste que nadie nos atrevíamos ni a pronunciar palabra siquiera.
Me he puesto a bordar tapada con una colchica en un rincón del comedor y así he pasado el día mientras meditaba en mis recuerdos sobre la vida y la muerte. Sin decir ni mú.
La única nota alegre ha sido Carmelita, que como vive ajena a estos rituales, se ha pasado la tarde jugando con sus cacharricos y luego nos ha convidado a todos a comer de su delicioso puchero ficticio que según ella “no le faltaba un detalle”: -Con sus garbanzos, sus papas, zanahoria y su pringá.
¡Digo, menuda cocinicas está hecha la piticlara esta!
¡Pa´comérsela! (a ella, en vez del puchero…)
P.D: ¡Vaya! Mientras estoy escribiendo esto ha venido Papa-Antonio y me ha dicho:
-Chatilla… Hoy no, que no apetece con este frío, pero ¿quieres que mañana vayamos al Regio a ver el Tenorio?
– ¡Sí!
¡Tengo el mejor abuelo del Mundo!
Antonio Miguel 1 noviembre 2020
Así por suerte o por desgracia es como se celebraba el día de Ánimas, en silencio y recogimiento por aquellos que ya no estaban. Después de la Guerra Civil, todas las familias tenían muchos a los que recordar. Ahora siguiendo la moda del aborregamiento en el que quieren sumir a la sociedad, los muertos y mira que este maldito virus esta dejando, ya ni se les honran como es debido. Al menos algunos seguimos la tradición de Papa-Antonio y seguimos viendo el Tenorio.
MARGARITA MARIN 2 noviembre 2020 — Autor de la entrada
Ante una sociedad donde prima la ganancia económica y más viendo un negociazo estable en las costumbres aunque sea promoviendo las ajenas, no queda más que desvirtuar la tradición y la cultura; quedando los valores humanos y el conocimiento ya sólo para la práctica de un individualismo moral que, para bien o para mal, siempre se traduce en un empobrecimiento el bien común… Como diría Rosalía: «malamente, tras, tras»
A mí no me parece mal conocer y practicar la tradición de Halloween, o la Fiesta de Muertos en México, o cualquier otra variante. «Cultura y símbolo» siempre compilan conocimiento, y eso está bien, lo que me preocupa es que no se ofrecen como «cultura o símbolos» sino como «producto» y pierden su sentido, función y significado antropológicos totalmente.
(PD: Yo también veo el Tenorio cada año y como educadora intento sembrarlo siempre que tengo oportunidad. Como obra tiene miles de matices interesantísimos sobre los que reflexionar pero, en principio, me conformo con que no se nos olvide que está ahí para que quien quiera acuda a ella en algún momento de su vida, no tengo prisa. Ahí está para quien esté preparado a conectar con sus contenidos que son muchos y muy variados)
Antonio Miguel 2 noviembre 2020
Totalmente de acuerdo con tus apreciaciones, la cultura y tradiciones de otros pueblos, bienvenidas, pero como producto jamás. El Tenorio es la mejor alegoría sobre la muerte y lo que significa pensar demasiado en ella, perdiéndo por ello el amor por vivir una existencia plena. Esa es una de las muchas enseñanzas que me deja siempre que veo esa obra.