Querido Diario:
Hoy fui a comprar una tela que necesitaba para un arreglo, ahí, a la calle San Jerónimo, y me he llevado un disgusto… Vamos, me he vuelto sin la tela, porque tenía que contárselo a Madre antes de gastarme los dineros.
Y es que estaba comentando una señora que había por allí esperando su turno que había estado en Barcelona comprando telas en fábrica, y que esa misma tela que tenía en las manos la había comprado ella cuatro veces más barata.
Me he acercado discretamente a verle el precio: ¡8 pesetas el metro!
Pues si el metro de tela en Barcelona lo vende la fábrica a los comerciantes a 2 pesetas y, aquí, vas a la tienda y te lo venden al público a 8 ¿Quién lechugas va a comprar tela ni hacerse vestidos nuevos? Esto es una ruina… “Que hay que pagar el transporte, alquiler, contribución, agua, luz”… pues claro ¡pero no quieras solucionarlo tó en la venta de un metro, chiquillo! Vende más metros más baratos y así la gente compraría más y reparte los gastos del negocio en más ventas.
Así estamos que no hay encargo ninguno de confección nueva en el taller. Tó’son arreglos. ¡Estoy de ropa raía y de parches ya hasta las mismitícas narices!
Seis pesetas de ganancia por metro… ¡ya me dirás tú qué haces con un metro de tela! Nada.
¡No puedo con estas cosas! De modo que por la avaricia de unos cuantos, las fábricas no venden más, sobrándoles trabajadores, el público compra menos y viste peor, y las modistas ya… parece que es que vivimos del aire, vamos.
Como desde la Virgen lo que ha entrado al taller no han sido más que arreglos y darle la vuelta a los abrigos, hemos ido sobreviviendo con los retales que teníamos por aquí y llevaba tiempo sin ir a comprar tejidos.
Total, que dice Madre que antes de comprar nada repasará sus cálculos y le dará otra vuelta a ver cómo encaja el patrón para que le sobre el mínimo de retal y a ver cuánto le es preciso exactamente, que no está la cosa para tirar los dineros.
Contaba el otro día un señor amigo de mi padre que hace unos días fue a comprarse unas botinas que le costaron 15 pesetas, y cuál fue su sorpresa que pasada una semana, vio las mismas en el escaparate del mismo comercio ¡a 25!
Pues, así todo. Granjería usurera sin el más mínimo pudor.