Querido Diario:
Todavía estoy dándole vueltas al disgusto que me llevé ayer cuando fui a lo de las telas.
Y es que no hay que ser muy listo, ni tener estudios, pa’darse cuenta de dónde radica el mal de la carestía. Y como no nos unamos todos, como un sólo hombre, y nos dediquemos a arrancar de cuajo toda esta mala yerba parasitaria de la economía nacional que hay en los intermediarios entre la fábrica y el consumidor, poca solución va a tener esto.
¡Qué no puede ser subir los precios más pa’trabajar menos, hombre!
¡Que se endurece el espinazo de tanto no dar palo al agua!
Acaparadores, logreros, especuladores y usureros que paralizan con su ambición personal la circulación económica de todo un país, por pura avaricia. Y entre todos la mataron y ella sola se murió.
Está claro, o abaratan la vida o nos dan más dineros, pero esto no puede seguir así, que ya ni la clase media puede con esta explotación, y está empezando a sublevarse.
Si no van a perseguir y castigar este mercantilismo despiadado, los conflictos serán cada vez más violentos y peligrosos (yo no sé en dónde tienen las cabezas esta gente del Gobierno)
Como dicen hoy en El Defensor: «No cabe paz donde hay miseria; no cabe calma donde hay hambre».