Querido Diario:
¡Feliz Navidad!
Anoche estuvimos hasta las tantas celebrando. Y el jolgorio por las calles se escuchaba bien pasadas las doce y casi la noche entera.
Después de la cena empezamos a cantar villancicos como si no hubiera un mañana. A la guitarra dando el tono, el abuelo; a la Zambomba, mi tío; a la botella Adora y Madre, y al pandero, Carmelita y mi primillo a su aire.
Padre y Paquito acompañando a la percusión de mesa de camilla y una servidora, a las palmas junto a mi tita y dando pie al cante que soy la que me sé más letrillas
¡Mare mía que cuadro!
En un momento dado, al volver de la Misa del Gallo de San Andrés, salió mi vecina al ojo’patio rascando una botella cantando la Marimorena y nos fuimos animando todos saliendo a nuestras puertas para acompañarla. Cantamos dos o tres villancicos más en comunidad, nos felicitamos las Pascuas y pa’dentro. Cada mochuelo a su olivo, que hacía un frío que pelaba.
Evidentemente, nos hemos levantado tardecillo, y entre recoger y preparar la comida se ha pasao la mañana volá. Hoy para comer Madre ha hecho albóndigas en pepitoria, ¡riquísimas! Éstas y las de bacalao son mis albóndigas favoritas. No sabría elegir, la verdad.
Después, por la tarde, Papa-Antonio se ha llevado a Carmelita, Adora y los primos a dar un paseo y yo me he pasado el rato hilvanando un abrigo nuevo que Madre le está haciendo a Carmelita porque con el que tiene no se puede ya ni rebullir y, el siguiente dispuesto a heredar de Adora, le queda demasiado desgarbao de grande y largo.
Total, que trae más cuenta hacerle uno nuevo que arreglarle el otro que ya le servirá más adelante. Es sólo cuestión de tiempo.