31 DICIEMBRE DE 1920, VIERNES

Querido Diario:

Preparándonos ya para la cena.

Hoy, na’más salir del trabajo antes de irse pa’su casa, se ha llegao Manolín por la mía y justo cuando estaba en el patio cogiendo agua apareció:

-Vengo sólo a desearte una feliz salida de año y un próspero Año Nuevo, y me voy que me están esperando en casa.

-Muchas gracias, Manolo, yo también te deseo un venturoso año. Mañana es tu día ¿no?

-Sí, pero al margen de eso a ver si este 1921 nos trajera mucho amor y juntaramos peras ya de una vez… ¿No?- me dijo con su guiño canalla incluido.

-No deberías de bromearme tanto con eso, di tú que yo fuera una tonta de esas que tó se lo cree…

-Reinilla, yo bromeo pero no es engaño, si te lo digo es porque de verdad siento cosas especiales por ti que no siento por nadie.

-¿Cosas especiales? ¿Cómo qué?

-Pues, por ejemplo, me siento bien y alegre cuando te veo, y me gusta tanto esa sensación que hasta sin quererlo busco estar cerca de ti. Me gusta charlar contigo porque así puedo ver cómo te brillan los ojos cuando se reflejan en los míos y me pareces un ser único en esos ojos. Y cuando estoy descorazonado por algo, pienso en ti y siento tu presencia. Y aunque no estés, yo te veo brillante en mi mente con una preciosa sonrisa que me cura todos los males.

-¡Anda ya! Hombre, a mí también me gusta charlar contigo… Eso no tiene ná de particular.

-¿Y te gusta estar conmigo?

-Claro.

-¿Y piensas en mí?

-Claro que pienso en ti, eres mi amigo y me importas, ¿cómo no voy a pensar en ti?

-Ya, bueno… ¿pero tú sabes lo que te estoy diciendo?

-Perfectamente.

– Ea, pues eso.

-Pues eso.

-Pues no hay más que hablar- Puso un gesto serio me acarició delicadamente la cara con su dedo, me dio un besico lento y sentío en la mejilla y me dejó paso para que continuara mi camino hacia las escaleras.

Y cuando estaba subiendo, me entró un no sé qué… porque de repente pensé que no sabía bien qué significaba aquello. ¿”No hay más que hablar”? ¿Y si lo que había firmado era una despedida? Oye, se me agarró un nudo en el pecho…

-¡Manolín!- lo llamé desde arriba de las escaleras para pillarlo antes de que saliera por la puerta.

-¿Qué?

-¡Hasta mañana!

-¡Hasta mañana, Reina Mora!

(¡Uff, qué alivio! No era una despedida para siempre)

Pero, oye, desde que se ha ido, llevo todo el rato dándole vueltas a lo que me ha dicho y, la verdad, que entiendo perfectamente a lo que se refiere con eso de sentir cosas especiales. Y claro que las siento. Yo también me alegro cuando lo veo, y me gusta estar con él. Y lo veo muy guapo.  O el nerviosillo que me da a veces cuando me toca (y a veces sin rozarme siquiera)

Nuestras complicidades, nuestras bromas, nuestras risas… La ternura que siento cuando él no está. O el miedecillo que he sentido esta tarde mismamente cuando he pensado que ya no lo iba a ver más.

Ofú, estoy hecha un lío…

¡Yo qué sé! ¿Y si estoy confundida? ¿A quién se le pregunta estas cosas, mare mía?

Pero bueno, como dice Madre, no se puede resolver todo en un día porque si no la vida se acorta. Y todavía somos mu’shicoh para pensar en esas cosas… Mañana cuando lo vea me haré la loca, como si ná, y ya el tiempo dirá. Si está pa’ mí, estará pa’mí y no tendremos escapatoria alguna pero, lo que es hoy por hoy…

¡Jopetas, se me acabó la libreta!